viernes, 29 de abril de 2011

Royal Wedding



En este mundo, decíamos cruel pero ahora preferimos decir incierto, cada uno se realiza como puede: Unas se casan con príncipes herederos de la zozobra (un bonito sinónimo de la incertidumbre) y otros se visten de hortera para retrasmitir la boda al común de los mortales (otra bonita expresión que no deja ninguna duda sobre la jerarquía de la especie).


No doy crédito cuando vislumbro, mientras tomo café en mi bar favorito, el relumbrón al que aspiran los cronistas rosas de la tele: En lugar de fomentar en la gente los nuevos, y sanos, hábitos de vestir, se embuten en decimonónicos atuendos para rendir pleitesía, aunque sea por ósmosis, a los oligarcas de la fiesta.

Ya no es que no tengan la menor idea sobre el noble sendero a la felicidad, que oriente puso a disposición de occidente hace ya unas cuantas décadas, a saber: a menos ego más dicha; es que son incapaces de sustraerse a la pulsión de pretender ser otros (a ser posible más ricos…y más petardos).

Mientras la corte británica no tiene ni siquiera la inteligencia del príncipe de Salinas en El Gatopardo, pues alojar a la novia en un gran hotel o prescindir de la carroza de ida no parece un gran cambio, los mensajeros siguen voceando el bando por todo el planeta: Se hace saber como tenéis que seguir imitándonos, para que así (como en los casos más flagrantes de la actual política española) os entreguéis a nosotros, y prometáis sernos fieles en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, todos los días de vuestras vidas (especialmente en las pantomimas de voto democrático). Amén.