sábado, 27 de diciembre de 2008

Contrafase


En la última película de Ridley Scott, Red de mentiras, un cínico jefazo de la CIA, encarnado en Russell Crowe se queja de la desconexión electrónica entre los fundamentalistas islámicos. Si la comunicación entre ellos se produce según la tradición de la medina árabe: el encuentro, el roce, el boca a boca; su rastreo se complica enormemente. Si ya no utilizan los móviles o Internet, se convierten en un enemigo del pasado, paradójicamente invisible ante la gente del futuro, presentes en un escenario virtual. En la realidad, y según el ex agente Jamie Smith (cuyo nombre tiene que ser forzosamente inventado, a fuerza de pura trivialidad), los agentes americanos suplen de viagra a ciertos jefes tribales afganos: aquellos, ancianos y polígamos, que recuperan su dignidad perdida gracias al citrato de sildenafil (nombre cuya fonética parece inventada), para recavar su ayuda en la lucha contra la Jihad of the sword: “Intentas salvar una brecha entre gente que vive en el siglo XVIII y gente que viene del siglo XXI” explica Smith.
Realidad o ficción, parece una batalla imposible; librada en espacios desiguales y en tiempos dispares: una especie de contrafase que, ojalá, cancele las furias y evite que se nos fundan los plomos y nos quedemos, todos, a oscuras.

jueves, 25 de diciembre de 2008

Oh, Lonesome me



Ya en 1971, cuando escuche por primera vez a Neil Young cantar “Oh, solitario de mi”, tuve la sensación de que la hubiese compuesto para mi; pero eso era consustancial con la adolescencia (cualquier chaval es lo suficientemente vanidoso como para pensar que la canción que tanto le gusta va sobre él, como bien decía Carly Simon), de modo que no le dí demasiada importancia. Pero 38 años más tarde, me percato de que aquel estremecimiento persiste; especialmente durante estos días, tan familiares, diseñados para proscribir a quien no tiene familia.
Me hubiese gustado encontrar una grabación de la época de “After the Gold Rush”, para sumar la nostalgia al desasosiego, pero esta, tan reciente, no está nada mal (al menos de sonido)

jueves, 18 de diciembre de 2008

Una de terapia


En la segunda entrada de este blog, fechada el 10 de Agosto, hablaba de mi dolencia crónica; ese estado carencial que te deja tan desamparado como un reumático a la orilla del mar en invierno: La minoría.
En navidad, coincidiendo con la mínima expresión de la luz y la máxima expresión de las carencias, suele aparecer de forma virulenta. La mayoría, su antagonista natural, llega a este solsticio en todo su apogeo, crecida e imponiendo sus estándares sentimentales por doquier.
El otro día, un amigo con mi mismo síndrome, me decía como procuraba huir cada año a cualquier país musulmán, o situado en el hemisferio sur, para aliviar los embates de la realidad. Por mi parte doy fe, cuando he podido comprobarlo, de la bondad de una nochebuena en la playa tropical; con la hierba y la arena separada por una franja de flores y con una caipirinha en la mano. Es una delicia para los que se supone deberíamos estar refugiados del frío y arropados por los otros miembros del clan.
La nochevieja tampoco está mal en los países regidos por la Hégira. Resulta raro, reconfortante; como si te hubiesen evitado de un plumazo la comida de empresa y el balance anual.
Me fascina la facilidad con la que puedo cambiar el aspecto de este blog. Ojala pudiese cambiar el mundo real a golpe de clic, pero me temo que la vida no dispone de plantillas, como blogspot, que te permitan reordenar, a tu antojo, los elementos de la existencia.

viernes, 12 de diciembre de 2008

El Monolito


La tierra sin habitantes es un documental de amonesto-ficción, género que seguirá de moda durante muchos años, donde se especula con la súbita desaparición del ser humano sobre la faz de la tierra. La conclusión, resumida en las sentencias finales del texto, es que la tierra puede sobrevivir sin los humanos, pero los humanos no podremos sobrevivir sin la tierra. También se dice que el planeta consigue recuperarse de todo el daño que le hemos inflingido en poco más de 200 años (una minucia, en términos evolutivos), y que nosotros solo hemos tenido que desaparecer. Entre los nuestros, hasta el más recalcitrante pesimista abogaría por la reinvención, antes que por la desaparición; aunque pensemos, desde el fondo de nuestra lógica, en la aparición del monolito a la especie de relevo. Yo apuesto por las hormigas, por la misma razón que convierte a China en el imperio emergente: ¡cifras!; aunque muchos insectos podrían ser candidatos. Las moscas, por ejemplo, además de estar aladas, lo que les resuelve la cuestión transporte, no tienen miedo a la escatología y se ahorrarían una pasta en un sistema sanitario universal.

martes, 9 de diciembre de 2008

La gran coartada


Sin publicidad no hay televisión en libertad es el título del artículo que Maurizio Carlotti, delegado de Antena 3 televisión en España, publica hoy en el diario El País. En él le pide a la señora Viviane Reading, comisaria europea de la sociedad de la información y los medios de comunicación, que explique su opinión política sobre unas cuantas cuestiones.
Supongo que la señora Redding entrará al trapo, pero me temo que el señor Carlotti le va a dar unos cuantos pases sin remedio, al menos hasta dentro de unos años cuando se percate de que la audiencia ya no le sigue.
Entonces, soltando la muleta desolado, se preguntará porque se desviaron en el último cruce(en el que nos encontramos ahora) y, observará la coartada de la libertad, maltrecha e inútil, en su saco roto por la avaricia. Para entonces, quizá tengamos a la policía buscando el cartucho letal (esa herramienta definitiva para el control de masas) que describe Foster Wallace en su Broma infinita.

viernes, 5 de diciembre de 2008

Hippies IV


Acabo de enterarme de la existencia de una nueva etiqueta para quienes las necesitan y, además, justificativas. Los Scuppies: acrónimo de Socially concious upwardly Mobile person (persona socialmente consciente, pero con ¿potencial de ascenso?), pretenden estar a medio camino entre los hippies y sus herederos (no naturales) los yuppies.
Sin dármelas de gurú sociológico (seguramente porque el palabro estaría circulando cuando escribí la entrada en septiembre), aconsejaba a los responsables de la debacle financiera actual (Yuppies), que rescataran algo de la sapiencia que les fue otorgada cuando aun eran hippies .
Estos no eran las criaturas antisociales y peligrosas que nos pintaron las dos ideologías bienpensantes durante la guerra fría, sino los que se preguntaron si el potencial de ascenso, aludido arriba, debería tener límites.

No eran reacios a la tecnología, excepto los que no eran hippies, en realidad, sino Cuáqueros o Yonkies; ni al progreso (de hecho estaban encantados con sus himnos: casi todos interpretados con guitarras eléctricas y grabados en modernos formatos para su distribución masiva). Fueron pioneros ecologistas, activistas sexuales, pre-chandalistas ilustrados (su verdadera moda consistía en la búsqueda de trapos cómodos, bonitos y baratos: algo muy alejado del espíritu Cocó, malgré Monsieur Lagherfeld) y, sobre todo, no necesitaban una guía práctica para vivir bien mientras se hace el bien; porque la estaban inventando…pero les cortaron las iniciativas en seco.

miércoles, 3 de diciembre de 2008

El Perfume


Esto no es, evidentemente, una reseña del best seller de Patrick Süskind sino un alegato contra quienes (cada vez menos, afortunadamente) me imponen su perfume en lugares públicos. Ellos son menos culpables que los empresarios (y estos pueden ser cualquiera, dada la supuesta admiración que los famosos despiertan en la gente) cuando inundan el mercado con fragancias insufribles o adocenadas, cuando no portadoras de las connotaciones más rancias: la descripción que hacen los expertos de las diferentes esencias, para hombre o mujer, no tiene desperdicio.
La utilización de perfumes corporales es, bajo su aparente simpleza, una cuestión muy delicada: en primer lugar, el olor que emana un cuerpo ungido con cualquier aroma es diferente en cada caso, aunque la fragancia artificial sea la misma; por lo que hay que saber, exactamente, como le sienta ese perfume a tu piel. De todos modos, la cantidad utilizada debe ser la mínima, para que ese olor sea sugerido y no patente. Hay que tener muy en cuenta el contexto: no es lo mismo un perfume al aire libre, y con ligera brisa, que dentro de un local viciado y, habida cuenta que la meta de la mayoría (quieran o no las modistillas francesas) es la comodidad y el sport chic, deberíamos olvidarnos de todas esas esencias que evocan otros sitios y otros tiempos (siempre mas antiguos y mas encorsetados). Si no podemos resistir la tentación de mezclar nuestro peculiar olor con algún otro, que lo disfrace y lo estropee, deberíamos aprender las reglas básicas del juego. La primera de todas es muy sencilla: no impongas tus efluvios almizclados sobre tu prójimo. Respeta la pituitaria de los demás como la propia.