Ver televisión en
navidad, y especialmente la víspera de reyes, te permite acceder al más
completo catálogo de mitología contemporánea. Los anuncios de fragancias ocupan
casi todo el tiempo, siempre excesivo, de las pausas publicitarias. Las firmas
costureras, que viven en realidad de sus divisiones cosméticas, no tienen ningún
empacho en embaucar a la gente corriente ( es decir, a todos nosotros ) con cualquier
imaginario fascinante que, supuestamente, estará a nuestro alcance vía sentido
del olfato: Desde la familia “so british” con tartanes y roadster MG, hasta la
leyenda del marinero errante ( rubio como la cerveza) con una novia en cada
puerto; pasando por novios encantadores, que dejan mensajes bilingües en el
contestador, u horteras “Bling Bling” que seguro se perfuman en demasía
Como si la utilización del perfume fuese fácil…y
barato. Ya vimos en Hannibal ( la precuela del Silencio de los Corderos) como
los aromas exquisitos son tan exclusivos como difíciles de encontrar, e incluso
tienen algo de pócima. Recuerdo un perfumero, perdido en las callejuelas del Marais parisienne,
que personalizaba las fragancias de la forma más sugerente ( incluido su precio
) para que el usuario desprendiese el olor adecuado a su piel, algo así como un sensual
ex libris que le iba a preceder para siempre. Yo, por mi parte, espero que los reyes
magos acompañen cada frasco de perfume que regalen con un manual de
instrucciones, para que al menos no tengamos que soportar ataques imprevistos a
nuestras pituitarias.
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