sábado, 6 de junio de 2009

Es lo que hay


 En las series de ficción aparecen, sistemáticamente, una serie de personajes que presentan un rasgo común y revelador: están amargados. Son caracteres que quieren reforzar la credibilidad de la trama restando desconfianza a la existencia del héroe baladí. Es como si nos predispusieran a confiar en la infalibilidad de un detective neurótico mostrándonos camareras de mal humor, o en la doble vida de un superhéroe rodeándolo de miserables.

    Lo revelador es el grado de verosimilitud que otorgamos al ambiente, casi siempre bastante alto. Es decir, lo lógico es que las camareras de los bares que frecuenta Monk estén hasta el moño de servir  a maleducados clientes, y que la redacción del periódico donde trabaja Superman esté plagada de impresentables. Es lo que hay, parecen decirnos los perspicaces guionistas, que se limitan a retratar la sociedad.

    Al final persiste la idea de impotencia. De una manera indolora (there is not Business like the show Business) te inoculan el virus de la resignación: si la realidad supera a la ficción ¿Cómo vamos a pretender cambiar en el barrio lo que resulta obvio en la tele? Es lo que hay se ha convertido en la frase-bálsamo, sobrepasando con creces su ámbito natural de aplicación. Hace algún tiempo la soltábamos para expresar que no merecía la pena cabrearse si no quedaba ya tutti fruti en nuestra heladería preferida; hoy la recitamos  como un mantra contra los repetidos abusos de los que somos víctimas, en nuestra calidad de consumidores.

    Si buscamos Calidad en el diccionario de la R.A.E. encontramos como primera acepción lo siguiente: “Propiedad o conjunto de propiedades inherentes a algo, que permite juzgar su valor”…¡Que pena!, pero es lo que hay.       

No hay comentarios: