lunes, 4 de enero de 2010

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Queridos Reyes magos:


En estos tiempos de mixtura y sincretismo, os voy a pedir algo que deseo con toda mi alma pero que no sé lo que es. Yo, como la mayoría de mis congéneres, estoy viviendo (y lamentándome por ello) una realidad a la que no me sé enfrentar adecuadamente; o como expresa Vicente Verdú en un artículo publicado, hoy mismo, en El País:

… las lamentaciones que cunden por muchas partes y, especialmente, entre los mayores, son probablemente el efecto de calibrar con un sistema de pesas y medidas obsoleto una realidad distinta. Una realidad que, de este modo, siempre aparecerá aberrada o caótica, incapaz, por tanto, de proporcionar un lenguaje eficiente para hacerse entender…

O sea, que necesitamos, urgentemente, unas instrucciones de uso para esta nueva vida que ya nos vemos obligados a utilizar cotidianamente, pero que no funciona con los viejos (y anticuados) valores fundamentales (que sirven de fundamento o son lo principal de algo, según la RAE). Parece que ahora podemos ver con una luz distinta, pero intensificada, esa frase que escribieron los estudiantes franceses, espoleados por los situacionistas, en las paredes de la Sorbona: Corre camarada, el viejo mundo te persigue.

    Porque no me estoy refiriendo a los extraordinarios avances tecnológicos (que también) que nos van a cambiar la existencia definitivamente; sino a la forma de relacionarnos con los demás e, incluso, con nosotros mismos.

    Suponiendo que las principales innovaciones tecnológicas que, según la publicación electrónica LiveScience.com, se están fraguando en estos momentos, tuviesen excelentes manuales de instrucción; aun nos faltaría una obra que, como la gran novela de Georges Perec, pero mucho más prosaica y analítica, compendiara esta realidad que ya no es lo que era, pero aun no sabemos que será.

Solo unos taumaturgos, como vosotros, podéis redactar ese texto con la celeridad que se requiere.



Atentamente

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