Ayer tuve la oportunidad de visitar la exposición que se
inaugura para el gran público el martes, día 8, en el museo del Prado: Velázquez y la familia
de Felipe IV.
De los 29 cuadros que reúne la muestra,
pintados por el maestro sevillano, realizados en su taller, o pintados por sus
sucesores como pintores de corte Martínez del Mazo o Juan Carreño, el que más
me impresiono fue este “Carlos II como gran maestre de la orden del Toisón de
oro”.
A pie de cuadro había
un comentario que alababa la habilidad de Juan Carreño para exponer el contraste entre la figura patética y
desvalida de aquel desgraciado monarca y el boato de sus ropajes, todo ello en
un momento especialmente delicado de la decadente monarquía española, que llevó
a la extinción de la dinastía de los Habsburgo y la ascendencia de los Borbones
al trono español.
Viendo la cara enfermiza de aquel pobre
diablo, enmarcada por los oropeles de su atuendo, no pude más que pensar:” De
aquellos polvos estos lodos”, y me convencí, aun más, de lo absurdo de la
institución monárquica, por mucho que ahora nos la quieran vender por su exclusivo carácter de alto funcionariado y
supuesta neutralidad ideológica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario