El amigo Vencido, en la penúltima entrada de su blog, hace una reflexión que subscribo completamente. Habla de una tendencia que le ha ido constriñendo los temas que trata en su bitácora; por auto censura, por pudor, por control de calidad, por lo que sea. La cuestión es que, a pesar de tener ideas sobre las que escribir, acaba no haciéndolo. A mí me ocurre algo parecido que, sin demasiada reflexión, achaco a la falta de dirección de este blog; algo que no me reprocho, por otra parte. Estas divagaciones siempre han sido para mí una especie de ejercicio de escritura, del mismo modo que uno acude al gimnasio para ejercitar los músculos o lee un libro en otro idioma para no perderlo. En cualquier caso, acabo teniendo un montón de bocetos que no acaban de tomar forma definitiva. He aquí algunos ejemplos, destinados en principio a esta entradilla:
- La supresión de uno de los blogs que aparecía a la derecha de estas letras: Pertenecía a una estrella marrón del rock patrio que, a falta de luz, refracta enormes cantidades de vanidad hedionda; convencido de su desaprovechado talento y de las malhadadas piruetas del destino y…de los seres inferiores. ¡Pobre!
¿Qué pasó aquí. Fue el pudor, la auto censura? Quizá mi control de calidad y su fuerte filtro ideológico. Hay fachadas que ya no soporto, por muy preciosa factura que lleven.
-La sensación de vivir en un país a la deriva; al menos políticamente hablando. Debatiéndose entre los ávidos de poder, disfrazados de altruistas, y los ávidos de poder a secas, sin disfraz.
Aparte del pudor (la vergüenza, el sonrojo), aquí funcionó la auto censura: No querría ser como ellos, criticando sin aportar soluciones…¡y no tengo!
- Escuchar (otra vez) disertar a Nacho y acudir, inmediatamente después, a un buen museo de arte contemporáneo. De sus conferencias, hay dos momentos que me resultan especialmente emocionantes: Cuando saca las conclusiones a propósito del fósil Benjamina, el cráneo de una niña supuestamente cortita y fea, que sin embargo consigue sobrevivir hasta los 12 años (una edad más que suficiente, entonces). Aquí, la aparición del verdadero altruismo y la compasión han sido documentadas. El otro gran momento es al final, cuando especula sobre la supervivencia de Cromañones a Neandertales.- La conclusión es la enorme necesidad de arte, entendido como la expresión de nuestra mente simbólica, de los primeros (de quien descendemos)
Sin duda, ahora estamos un paso más allá del Homo Sapiens. Hace poco creía que somos Homo Abûsus (consumo), pero hoy no sé si quedarme con el Homo Fessus; cansado de casi todo y, muy especialmente, de esa mente simbólica que tantos quebraderos de cabeza nos da, o con el Homo Bârô, imbécil; y para muestra valga (y de ahí la pertinencia de la visita al museo) la obra de Cy Towmbly, perteneciente a la colección permanente del Reina Sofía: Los garabatos de un niño aburrido en clase.
Aquí funcionaron tanto el pudor como la autocensura. Una vez más, ese ego de quien me gustaría desprenderme por completo, me sumergía en la confusión de sentimientos: Disfruté la conferencia y me gusta el expresionismo abstracto, pero el superyo me impide exponerlo de una forma simple, sin faltar a mí patina cultureta. ¡Una pena!
- La supresión de uno de los blogs que aparecía a la derecha de estas letras: Pertenecía a una estrella marrón del rock patrio que, a falta de luz, refracta enormes cantidades de vanidad hedionda; convencido de su desaprovechado talento y de las malhadadas piruetas del destino y…de los seres inferiores. ¡Pobre!
¿Qué pasó aquí. Fue el pudor, la auto censura? Quizá mi control de calidad y su fuerte filtro ideológico. Hay fachadas que ya no soporto, por muy preciosa factura que lleven.
-La sensación de vivir en un país a la deriva; al menos políticamente hablando. Debatiéndose entre los ávidos de poder, disfrazados de altruistas, y los ávidos de poder a secas, sin disfraz.
Aparte del pudor (la vergüenza, el sonrojo), aquí funcionó la auto censura: No querría ser como ellos, criticando sin aportar soluciones…¡y no tengo!
- Escuchar (otra vez) disertar a Nacho y acudir, inmediatamente después, a un buen museo de arte contemporáneo. De sus conferencias, hay dos momentos que me resultan especialmente emocionantes: Cuando saca las conclusiones a propósito del fósil Benjamina, el cráneo de una niña supuestamente cortita y fea, que sin embargo consigue sobrevivir hasta los 12 años (una edad más que suficiente, entonces). Aquí, la aparición del verdadero altruismo y la compasión han sido documentadas. El otro gran momento es al final, cuando especula sobre la supervivencia de Cromañones a Neandertales.- La conclusión es la enorme necesidad de arte, entendido como la expresión de nuestra mente simbólica, de los primeros (de quien descendemos)
Sin duda, ahora estamos un paso más allá del Homo Sapiens. Hace poco creía que somos Homo Abûsus (consumo), pero hoy no sé si quedarme con el Homo Fessus; cansado de casi todo y, muy especialmente, de esa mente simbólica que tantos quebraderos de cabeza nos da, o con el Homo Bârô, imbécil; y para muestra valga (y de ahí la pertinencia de la visita al museo) la obra de Cy Towmbly, perteneciente a la colección permanente del Reina Sofía: Los garabatos de un niño aburrido en clase.
Aquí funcionaron tanto el pudor como la autocensura. Una vez más, ese ego de quien me gustaría desprenderme por completo, me sumergía en la confusión de sentimientos: Disfruté la conferencia y me gusta el expresionismo abstracto, pero el superyo me impide exponerlo de una forma simple, sin faltar a mí patina cultureta. ¡Una pena!