Si me ocurriese lo que al pobre Sam Tyler, y un día me despertase en 1973, se habría cumplido uno de mis deseos en su versión paradójica…y, probablemente trágica.
Todo el mundo sueña con una segunda oportunidad, sin perder el bagaje adquirido en la primera. Pero para que fuese una oportunidad real debería contar con el mismo tiempo, es decir: debería volver a 1973 con 17 años…¡y mi mentalidad y acervo intactos!
El detective de Manchester o NewYork (versiones BBC/ABC de la serie) no tiene tanta suerte: De repente se encuentra inmerso en un mundo que no le pertenece, pero que ha configurado el suyo. Es un hombre del futuro. Para empezar ha perdido treinta y tantos años (en su caso), pues de nada le sirve saber lo que les espera a aquellas gentes si: A/ No puede influir en ello (¿o sí?) y B/ No va a volver a vivirlo en condiciones óptimas.
Al menos él había regresado a una sociedad que estaba, entonces, mucho más cerca de la que procedía de lo que nunca podría estar aquella a la que yo volviese desde mi contemporánea: ¡España cañí!.
Para empezar, la equivalente a la oficial Norris no podría estar allí, porque la primera mujer policía debutó por estos lares a principios de los 80. Sus colegas masculinos serían como el detective Ray (machista, grosero y desencantado de casi todo) pero con muchísima más testosterona ibérica; y la banda sonora, en vez de haberse quedado con Bowie y T.Rex (como escribía Carlitos Berlanga), o contar con el delicioso Elton John de la primera época (antes de divorciarse de Bernie Taupin) sería un recopilatorio veraniego de Belter…¡Puaff!
Todo el mundo estaría muy ocupado en restaurar una democracia que después no sabrían usar adecuadamente; y ejercer el papel de moderno emancipado de tantas tradiciones sería una tarea casi imposible. El proceso de desregulación y redefinición social, que había emprendido el mundo 20 años antes era, entre nosotros, una extravagancia; aunque después presumiésemos de hipermodernos.
Todo el mundo sueña con una segunda oportunidad, sin perder el bagaje adquirido en la primera. Pero para que fuese una oportunidad real debería contar con el mismo tiempo, es decir: debería volver a 1973 con 17 años…¡y mi mentalidad y acervo intactos!
El detective de Manchester o NewYork (versiones BBC/ABC de la serie) no tiene tanta suerte: De repente se encuentra inmerso en un mundo que no le pertenece, pero que ha configurado el suyo. Es un hombre del futuro. Para empezar ha perdido treinta y tantos años (en su caso), pues de nada le sirve saber lo que les espera a aquellas gentes si: A/ No puede influir en ello (¿o sí?) y B/ No va a volver a vivirlo en condiciones óptimas.
Al menos él había regresado a una sociedad que estaba, entonces, mucho más cerca de la que procedía de lo que nunca podría estar aquella a la que yo volviese desde mi contemporánea: ¡España cañí!.
Para empezar, la equivalente a la oficial Norris no podría estar allí, porque la primera mujer policía debutó por estos lares a principios de los 80. Sus colegas masculinos serían como el detective Ray (machista, grosero y desencantado de casi todo) pero con muchísima más testosterona ibérica; y la banda sonora, en vez de haberse quedado con Bowie y T.Rex (como escribía Carlitos Berlanga), o contar con el delicioso Elton John de la primera época (antes de divorciarse de Bernie Taupin) sería un recopilatorio veraniego de Belter…¡Puaff!
Todo el mundo estaría muy ocupado en restaurar una democracia que después no sabrían usar adecuadamente; y ejercer el papel de moderno emancipado de tantas tradiciones sería una tarea casi imposible. El proceso de desregulación y redefinición social, que había emprendido el mundo 20 años antes era, entre nosotros, una extravagancia; aunque después presumiésemos de hipermodernos.
En cierta ocasión me preguntó un famoso periodista de este país si era marciano, simplemente porque no conocía a Hugo Sánchez (¿futbolista?). Para mí, la extraterraqueidad no es nada nuevo.
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