jueves, 31 de diciembre de 2009
Feliz década nueva
Faltan solo unas horas para despedir esta década, que aun no hemos etiquetado. Quizás la costumbre de calificar las décadas era más propia del siglo XX; ya sabéis: La Belle Epoque, los locos años 20, los convulsos 30, el mundo en llamas, los fabulosos 50, la década prodigiosa, los resacosos 70, los fantasiosos 80, y los excesivos 90.
¿Cómo podríamos llamar a este primer decenio del siglo XXI. La década ignominiosa? Después de todo, una ignominia es una afrenta pública, y si vemos las cuatro acepciones del término en el diccionario de la RAE, lo tenemos claro.
También podríamos llamarle los años del desconcierto, o la década perpleja, porque confusión no nos ha faltado en absoluto.
Por último propongo la década somera, por la trivialidad imperante; aunque solo sea como antídoto ante la trascendencia de los verdaderos problemas.
De cualquier modo, vayan mis mejores deseos para la próxima que, ya de entrada, podría ser la incierta.
miércoles, 23 de diciembre de 2009
25 de Diciembre...
Pensé en cambiar la zambomba por el sonido del escape del T-Byrd y, de paso, divertirme un poco.
En el trueque me crucé con la pequeña Honda, que tampoco suena nada mal.
En definitiva, no puedo esperar al 7 de Enero para reivindicar a los Beach Boys (como he hecho siempre desde que dejé de creer en los reyes magos) como el conjuro anti navidad que son; aunque tampoco puedo imaginar los suburbios de L.A. sin parafernalia navideña.
Por lo pronto, lo que sí he conseguido conjurar este año es la melancolía que suele adueñarse de mi estado de ánimo por estas fechas. Brindemos por eso.
sábado, 19 de diciembre de 2009
Copenhague
De los ríos de tinta vertidos, estos días, a propósito de la cumbre de Copenhague, pesco una idea, contenida en un artículo del que no puedo daros ni el título ni el autor (¡A dios pongo por testigo que nunca volveré a perder un periódico que hubiese decidido utilizar en este blog!). Pero lo que el viento se había llevado hace tiempo era mi esperanza de que esta cumbre sirviese para algo; por eso cuando leí: “Lo que se viene a discutir en esta cumbre son los efectos del cambio climático, pero no sus causas”, me sentí completamente identificado. Nadie parece darse cuenta de que, por mucho que reduzcamos emisiones, no nos servirá de nada si no cambiamos radicalmente las causas que las generan, y esas (al fin y al cabo) no son más (ni son menos) que nuestra mentalidad al completo.
Un fumador empedernido buscará cualquier excusa para no dejar el cigarrillo. Un alcohólico no aceptará que tiene un problema con el alcohol, y una persona anoréxica se seguirá encontrando gorda aunque, en realidad, esté en los huesos. Todos están enfermos y, se dice, que la condicio sine qua non para curarse es admitirlo.
En Copenhague nadie parece admitir la gravedad del enfermo y, lo que es aun más grave, tampoco la identidad del paciente. El planeta Tierra está perfectamente sano, si conseguimos erradicarle el parásito que un día (hace ya 300 años) le inoculó uno de nuestros congéneres (probablemente WASP): La idea de un progreso ilimitado hacia un paraíso mecánico. Una ascensión inconsciente al edén técnico.
Los jardines de las delicias no existen, so pena que también admitamos la existencia del averno.
domingo, 13 de diciembre de 2009
Viento de otoño
Lo último que supe de Phil Trim es que era vigilante nocturno en algún sitio. Me lo dijo, hace un par de años, una fuente bien informada hablando, precisamente, de esta canción: una golosina Pop de la época.
Nunca fue un gran éxito, pero derrochaba encanto; incluido el quebradizo castellano (…te espero con una hoja en el mano…”) de este trinitense-tobaguense que no llevaba demasiado tiempo entre nosotros. Ya no me acuerdo si era la cara A o B de aquel single que tenía“Cry” al otro lado. De lo que si estoy seguro es que era anterior al insufrible Oh Lord, Why Lord. Insoportable por plasta, por manido, por imitador de Procol Harum, y por ser pionero en aquello de destrozar una buena canción a fuerza de programarla: al fin y al cabo era la primera vez que se usaba el famoso canon de Pachelbel en el Pop español (A white shade of pale estaba basada en Bach, y era británico). Espero que, esta vez, las luces triunfen sobre las sombras en Youtube y, dentro de poco, no desaparezca este vídeo por algún problema técnico o legal.
martes, 8 de diciembre de 2009
El dedo en la llaga
Una viñeta publicada por El Roto el pasado sábado zanja, sarcásticamente, la polémica sobre la propiedad intelectual. Aunque las verdaderas intenciones del dibujante (que ignoro) fueran manifestar nuestra ignorancia y defender a “los creadores”, el efecto es muy diferente. Ha metido el dedo en la llaga que nadie quiere rozar: el hartazgo producido por la legión de diletantes que satura el mundo (el 1º, claro. Los otros están demasiado ocupados en procurarse necesidades más básicas que “diabólicos rabos para matar moscas”). Quizás sea cierto el poco valor que concede la gente a “la creación” (las comillas son más que elocuentes), y por eso la quieren gratis. Ya pagan demasiado por las consecutivas versiones de cacharros para perpetrar los supuestos delitos: copiadoras y “tostadoras” varias; los cuales son producidos por los mismos que concentran el grueso de los beneficios de la, mal llamada, propiedad intelectual.
Yo espero que todo esto tenga un final feliz y, al final, sirva para desbrozar el grano de la paja. La partida continúa.
viernes, 4 de diciembre de 2009
Contra el olvido
Pertenecer a una (o varias) ONG’s es, ahora, el equivalente a postular para el DoMund o La Cruz Roja hacia la mitad del pasado siglo. Es el reducto de la caridad, tan denostada hoy en día: Parece ser que todo el mundo ve tan fácil enseñar a pescar a un pobre, que nadie se siente obligado a compartir sus propios peces. Por supuesto que hay mucho fraude en eso de las organizaciones no gubernamentales, pero el inmenso valor de algunas es indiscutible. Mi favorita es Médicos sin Fronteras, quizá porque me siento en deuda con esa maravillosa profesión (a la que no me sentí capaz de pertenecer) o, simplemente por la obviedad de sus funciones: Si, incluso en un país tan poderoso como los Estados Unidos, es difícil acceder a la asistencia médica en ciertas situaciones, imagínense la dificultad que pueden tener los parias de la tierra que, 145 años después de la internacional, siguen siendo famélica legión.
Este otoño están llevando a cabo una campaña para rescatar del olvido a los enfermos más injustamente olvidados; aquellos que no son rentables política o económicamente, los que no sirven para ganar elecciones o para incentivar a los investigadores farmacológicos.
Ya sé que tras El jardinero fiel de Le carré no queda mucho que decir sobre la codicia de las multinacionales farmacéuticas, pero hay que insistir en ello como la causa principal de tanta miseria evitable. MSF, discretamente, se dedica a paliar lo que sería una de las prioridades de un gobierno mundial honesto (¡obsérvese el condicional!), así es que, por lo pronto, son imprescindibles.
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