martes, 4 de mayo de 2010

Alas en los pies

Todos los que, alguna vez, habéis sido bailongos, disfrutareis leyendo “La historia del DJ”, de Frank Broughton y Bill Brewster.

El libro lleva el subtítulo de “Anoche un DJ salvó mi vida” que, además de ser el título de uno de los discos de música de baile más vendidos de todos los tiempos, es una declaración de principios…o, más bien, de finales: Los finales (afortunadamente felices) de tantas noches desquiciadas.


A las tantas de la madrugada, solía estar claro que ya no ibas a ligar por muchos más narcóticos que consumieses, de modo que la pista de baile se convertía en la UVI redentora. Cuando empezaban a sonar las primeras notas de tu canción preferida se acababan las penurias y adversidades. De repente, ya fuese en Madrid o en Ibiza, empezabas a comulgar con todos los mods del Norther Soul británico (que bailaban y bailaban para olvidar sus trabajos de mierda) y con todos los gays del Stonewall neoyorquino (que bailaron mucho más, si cabe, después de aquel 21 de Junio de 1969 para celebrar su estampida fuera del armario). Mentiría si digo que me hubiese gustado estar en cualquiera de los templos de estos devotos, porque eso significaría que ahora mismo estaría vegetando en Benidorm, con una generosa pensión del gobierno de su majestad la reina, o criando malvas en Green-Wood; pero haber bailado en el Casino de Wigan o en el Sanctuary de Nueva York son dos medallas cinceladas en el pecho de cualquier bailarín que se precie.



En el Spotify estoy construyendo una Play List con muchas de las joyas que se citan en el libro, especialmente del periodo más ligero de mis pies (ya bien cansados, por cierto): Maravillas que, mezcladas sin dubs ni efectos de ninguna clase, son la base de la enorme cultura de club generada desde entonces. Me gustaría compartirla con todos vosotros, pero eso solo es posible si disponéis de este servicio de música digital.

Desde aquí os recomiendo el libro, porque va a devolveros a la gloria de aquellas noches, de las de cada uno en particular cuando (estoy seguro) un DJ os salvó la vida.

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