sábado, 29 de noviembre de 2008

Calor añadido


El estrambótico título tiene que ver con el carácter complementario y calefactor de esta entrada.
En estos días, cuando el termómetro no sobrepasa los 0 º centígrados, apetece recordar los veranos ibicencos, que sonaban (literalmente: con lo que más tarde sería el Balearic beat) en mi vida a principios de los 80.
Entonces todavía no era la específica etiqueta electrónica de los roaring nineties, pero ya apuntaba maneras. De hecho, era entonces cuando toda la isla blanca latía, quisiese o no, al ritmo de las cadencias originadas en los gigantescos bafles, al aire libre, de las macro discotecas. Las protestas de los insomnes vecinos hicieron que fuesen cubiertas, por imposición legal, un poco más tarde. Allí nació el after hours, pues nadie quería ir a dormir antes de ver estallar el sol mediterráneo sobre sus cabezas. Bailábamos, impulsados por la música y los narcóticos, hasta mucho más allá del amanecer; después de todo, los rayos dorados del sol poniente eran mucho más dulces que las justicieras saetas matinales , y las playas tenían sus públicos respectivos de mañana y tarde. A los noctámbulos bailarines nos encantaba apurar el último rayo de sol, mientras creíamos oír "Green is the colour" en la lejanía. Después, cubiertos de sal y pereza, volvíamos a casa para iniciar el rito nocturno.
En la caja de caudales de mi memoria, entre los grandes momentos, conservo el regreso, andando, desde Amnesia a la casa campestre de mis amigos. La mañana recién inaugurada y, expandiéndose a muchos kilómetros a la redonda, la versión de Time after Time (esa delicia de Miles Davis) interpretada por Cindy Lauper. Los DJ´s han sabido siempre refrescar y calmar a la gente, pero entonces el chill out eran baladas, oldies y otras rarezas. Aun faltaban unos años para la explosión de samplers y mezclas que inundaron los noventa: El segundo verano del amor fue el de 1988 en Ibiza, y nadie entregaba flores para el pelo, sino cuartitos de MDMA, o de mezcalina sintética, para digerir mejor aquel beso francés que revolucionaría las pistas de baile al año siguiente.

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