El 5 de Diciembre de 1985, celebré mi trigésimo cumpleaños yendo al cine. Mientras veía la primera parte de Regreso al futuro, donde Michel J. Fox ofrecía una poderosa versión de Jhonny Be good a una audiencia que no podía comprenderla, me percaté de una desagradable perogrullada: el tiempo corre desaforadamente y, aunque ya le haya enmendado la plana al destino, no me gusta volver a oír aquella melodía de Bruce Hornsby (que me recuerda el desamor), ni me consuela escuchar a Bono decir que aun no ha encontrado lo que anda buscando pues, por aquel entonces, yo acababa de colisionar con ello.
El pasado hay que conservarlo y disfrutar de él, como cualquier otra posesión preciosa (un vinilo incunable, un sillón Van der Rohe), de modo que prefiero pensar que las Raves de aquellos tiempos (pasotes increíbles, en Román paladino) no llevaban la resaca incorporada; que eran solo fiestas donde se bailaba hasta la saciedad el House recién descubierto. Los de “Madchester” nos habían contagiado a todos una cierta locura, y a mi me venía de perlas para olvidar errores fatales. En cierta ocasión me pregunto mi amiga Patricia por el inicio de mi desafección al pop. Le contesté que eso no había ocurrido nunca, pero es verdad que la banda sonora de aquellos años subraya la parte mas desagradable del nudo de la trama… ¡Ufff...!
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