viernes, 30 de octubre de 2009

Salud



    Un buen día descubrí que la cerveza (con alcohol; la 0,0 me sienta estupendamente…debe ser la fermentación del lúpulo lo que no soporto) me producía malas digestiones, flatulencias, alteraciones varias tanto en el estómago como en la cabeza; así es que decidí no consumirla. Queda claro que es un caso estrictamente personal, puesto que la cerveza es una de las bebidas mas popularmente apreciadas. Mi decisión llegó después de muchas experiencias desagradables. El ser humano solo aprende a palos, parece que podemos deducir de todo esto.


De la misma manera, otro buen día descubrí que cualquier forma de superstición me hacía daño. No tenía por qué ser en sus manifestaciones más burdas (horóscopos, refranes, etc.) sino que podía adoptar maneras exquisitas: Hubo un tiempo en que fui adicto al I Chin. Necesitaba sus consejos para cualquier decisión, por nimia que fuese. El sabio texto se burlaba de mí; especialmente cuando pretendía obtener, a toda costa, una respuesta favorable a mis intereses y contraria a sus designios. Entonces me mostraba, una y otra vez, el mismo hexagrama; ese destinado a los necios (como predica literalmente el texto) y que viene a decir, en Román Paladino, que no hay más cera que la que arde.

El día que regalé mi ejemplar del oráculo (uno estupendo, de tapas negras) me sentí liberado de una pesada carga que llevé, al principio, gustosamente.

La última decisión de ese tipo, tras sopesar los pros y los contras, ha sido la de no volver a abrir un ejemplar de las llamadas revistas del corazón. Me hacen daño. Me provocan sensaciones que solo puedo describir con palabros de nuevo cuño, como envición e indidnia: indignación envidiosa de esa exhibición impúdica en los Rich & Famous .

¿Cuántas fortunas son legítimas? ¿Y famas?

lunes, 26 de octubre de 2009

Incoherencias

Estamos instalados en la incoherencia o, para ser más exactos, estamos rodeados de incoherencias (cosas que carecen de la debida relación lógica con otras, según la RAE ).


La escaleta del telediario, ese invento que según parece le debemos a Walter Conkrite, es fiel reflejo de esta situación. En un guión de informativos conviven a diario noticias como estas:

Se estudia prohibir la circulación a mas de 30 Km. /h en los cascos urbanos.

Se prorroga el plan 2000E, de ayuda al sector automovilístico, para intentar remontar la pérdida sufrida en la venta de coches.

Se celebra el día mundial del medio ambiente, con manifestaciones en las principales ciudades del mundo pidiendo una “marcha atrás: aun estamos a tiempo de invertir el proceso de cambio climático”

“La única manera de salir de la crisis es fomentando el consumo”, dice el líder de la oposición.

“La única manera de salir de la crisis es aumentando los impuestos (sobre el consumo, y a los sectores de población equivocados)

Comienza una campaña de donación de zapatos a África.

Se celebra la semana del Prêt à Porter en París.

Manifestación contra el hambre en las principales ciudades.

Inaugurado el salón del Gourmet en Madrid.

Se reducen los presupuestos destinados a I+D+i

Estreno de “Ágora”, la película más cara del cine Europeo, con amplia participación de las instituciones españolas…



Mientras, en casa, los espectadores continúan rumiando el escepticismo.

jueves, 22 de octubre de 2009

Mush Up


¡Al rico majado ¡ Y no precisamente culinario, sino musical. Las canciones nuevas, a diferencia de los alimentos, aparecen constantemente; de modo que el laboratorio no descansa de hacer pruebas. Por mi parte, como es de suponer, me inclino por lo tradicional. “De todas las plantas humanas, el hábito es la que exige menos cuidados y es la primera en brotar de la aparente desolación de la roca más árida”, decía Proust: Mitad Pink Floyd, mitad Frank Sinatra y unas gotas de Dionne Warwick. Los Beatles van con todo: Al 50% con Oasis, o bien ligaditos con Gun’s & Roses; con la batería, en función de la nata, en el paraíso del Sargento Peppers (arriba). El Mush Up es un arte hipermoderno, donde se mezcla y se tritura sin prejuicios, en el gran crisol del mundo. Si no hay nada nuevo bajo el sol, juguemos con la luz cambiante que pueda refractarse en los distintos materiales.

sábado, 17 de octubre de 2009

To be or not to be...High


Esa NO es la cuestión.
Esta mañana, después de leer uno de esos gozosos correos que te mandan los amigos celebrando la madurez (magnífico eufemismo para la cincuentena), he abierto cierta playlist en el Spotify. Allí guardo tesoros que, eran se una vez, imanes en las pistas de baile o, al menos, en las mías particulares. Hay uno, en especial, que solía provocarme esa sensación tan bien descrita por Andrew Holleran en “Dancer from the dance”: esa mezcla de fuerza y euforia que te hacía comulgar con la vida, que te hacía cómplice de aquellos que disfrutaban no solo esa síncopa, sino las melodías que salpicaban el ritmo. Es una de las obras más populares de un bajista de jazz que abrazaba el rock a comienzos de los 70: Stanley Clark, y su Lopsy lu, me hacían pensar que era presa de la psicodelia del hachís; que aquellos deliciosos estremecimientos eran producto del cannabis sativa en mis sinapsis…pero no, esa no es la cuestión: Esta mañana (25 años después del último porro) he vuelto a divertirme como loco con las diabluras de aquella banda. ¡Salud!

martes, 13 de octubre de 2009

El Orto


A lo largo de mi vida había visto incontables puestas de sol en el mar, pero jamás había contemplado el orto; esa palabra con un significado bien diferente en Argentina, pero que aquí nombra la aparición de un astro por el horizonte.


Aunque en la película de Rhomer el rayo verde aparece en el ocaso, los expertos dicen que es al amanecer cuando hay que distinguir el destello de la fortuna amorosa. Se equivocan. Si estuviesen en lo cierto, solo los desventurados que trabajan de noche, o los noctámbulos empedernidos podrían enamorarse (o, al menos, ser correspondidos). Yo vi, una vez, el fulgor glauco al ponerse el sol y, por aquel entonces, me enamoré (y fui correspondido).


Ayer de mañana volví a enamorarme. Esta vez del propio sol, naciendo en los confines marinos. ¡Que espectáculo!



miércoles, 7 de octubre de 2009

¡ Que le han hecho a mi coche !


El Manifiesto Futurista, publicado hace un siglo en un periódico conservador francés, era una algarada pre-fascistoide y vanguardista (lo cortés no quita lo valiente). Entre sus epatantes cláusulas figuraba la siguiente: “Afirmamos que el esplendor del mundo se ha enriquecido con una belleza nueva: la belleza de la velocidad. Un coche de carreras con su capó adornado con grandes tubos parecidos a serpientes de aliento explosivo…Un automóvil rugiente que parece que corre sobre la ráfaga es más bello que la Victoria de Samotracia.”
Cien años después, solo permanece el componente totalitario. La fascinación por las máquinas ha tomado el aspecto de rendición y, su máximo representante (el automóvil) parece más bien una amenaza. La velocidad se ha mostrado tan peligrosamente adictiva como la diacetilmorfina.
Hace unos días escuché, de primera mano, una muy reveladora anécdota. Cierto archimillonario tarambana encargo a la Mercedes Benz un modelo SL 65 AMG, propulsado por un motor V12 biturbo de seis litros de cilindrada. Este roadster, del que nunca dirán que necesita una inconmensurable cantidad de gasolina para ir a la misma velocidad, discreta, que cualquier otro más humilde (por ejemplo), puede alcanzar cifras espeluznantes en el velocímetro, por lo que suelen limitarle la premura de fábrica. Nuestro cliente, en un alarde de soberbia ilimitada, había pedido a Stuttgart que no pusiese cortapisas bajo el acelerador, de modo que la criatura llegó al concesionario español “salvaje”; pero los responsables de la entrega, pensando que era un error y con buen criterio, volvieron a limitarle la velocidad a 250 Km/h, como a todos los supercoches actuales.
Días más tarde, la secretaria del concesionario recibió, atónita, la llamada furiosa de nuestro hombre desde la R-2 madrileña. ¡Que le han hecho a mi coche que no puedo pasar de los 250 ¡. El jefe de taller tuvo que lidiar con aquel yonqui, fuera de control, que exigía una reparación a semejante oprobio. Yo me pregunto si, el susodicho, no sería el nieto de Longo.