viernes, 30 de octubre de 2009

Salud



    Un buen día descubrí que la cerveza (con alcohol; la 0,0 me sienta estupendamente…debe ser la fermentación del lúpulo lo que no soporto) me producía malas digestiones, flatulencias, alteraciones varias tanto en el estómago como en la cabeza; así es que decidí no consumirla. Queda claro que es un caso estrictamente personal, puesto que la cerveza es una de las bebidas mas popularmente apreciadas. Mi decisión llegó después de muchas experiencias desagradables. El ser humano solo aprende a palos, parece que podemos deducir de todo esto.


De la misma manera, otro buen día descubrí que cualquier forma de superstición me hacía daño. No tenía por qué ser en sus manifestaciones más burdas (horóscopos, refranes, etc.) sino que podía adoptar maneras exquisitas: Hubo un tiempo en que fui adicto al I Chin. Necesitaba sus consejos para cualquier decisión, por nimia que fuese. El sabio texto se burlaba de mí; especialmente cuando pretendía obtener, a toda costa, una respuesta favorable a mis intereses y contraria a sus designios. Entonces me mostraba, una y otra vez, el mismo hexagrama; ese destinado a los necios (como predica literalmente el texto) y que viene a decir, en Román Paladino, que no hay más cera que la que arde.

El día que regalé mi ejemplar del oráculo (uno estupendo, de tapas negras) me sentí liberado de una pesada carga que llevé, al principio, gustosamente.

La última decisión de ese tipo, tras sopesar los pros y los contras, ha sido la de no volver a abrir un ejemplar de las llamadas revistas del corazón. Me hacen daño. Me provocan sensaciones que solo puedo describir con palabros de nuevo cuño, como envición e indidnia: indignación envidiosa de esa exhibición impúdica en los Rich & Famous .

¿Cuántas fortunas son legítimas? ¿Y famas?

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