domingo, 22 de febrero de 2009

¡Y todo por cuatro euros!


    Cuando oso escribir sobre la banda sonora de mi vida suelo decir que, de pequeño, me separaron violentamente de mi sensibilidad latina; lo que es cierto hasta que, como la idea de que los mercados se autorregulan, deja de serlo. Eso puede ocurrir intermitentemente: asombrado ante unas bulerías, masticando la enjundia de alguna magnífica letra en mi lengua, o escuchando a Albeniz.

    Esta mañana (y aquí está la razón por la que incluyo esta entradilla en la categoría de reseñas) he disfrutado del IV Domingo de cámara, en el Teatro Real de Madrid. Un ciclo de conciertos de cámara, ejecutados por solistas de la Orquesta Sinfónica de Madrid que no tiene desperdicio: las piezas  suelen ser escogidas minuciosamente; alternando épocas, estilos, instrumentos, nacionalidades, temas; generalmente con un sentido programático perfecto…y a unos precios que provocan que las entradas desaparezcan inmediatamente después de ponerse a la venta en la Red.  Por ejemplo, esta mañana estaba destinada a Isaac Albeniz (del que oiremos mucho este 2009), y el programa era muy bueno.  Primero han escogido una pieza póstuma (la tuvo que terminar Granados tras la muerte de Albeniz) llamada Azulejos: la única parte escrita de esta obra que truncó la muerte. Interpretada solo con el piano, y cargada de notas que se deslizan entre la atonalidad y el Jazz, sin perder en ningún momento la más fragante de las armonías.

     A continuación hemos oido un precioso quinteto, para piano y cuerda, de Enrique Granados (quien culminó la obra anterior). Una obra menor, según los expertos, que a mi me ha parecido maestra. Para concluir  la primera parte han llenado el escenario de vientos y címbalos para ofrecernos un arreglo de Schönberg sobre el Preludio a la siesta de un fauno ( Debussy). Parece ser que Schönberg, con sus colegas de la 2ª escuela de Viena, se dedicó a principios de los años 20 a congraciarse con la audiencia, que tanto lo había denostado tras sus aventuras de vanguardia. Se dedicaban a escribir arreglos de obras consagradas por el gran público (en cierta ocasión eacuché, en este mismo ciclo, unos valses populares vieneses reinterpretados por Schönberg, Webern y Berg…estupendos), confiriéndoles un cierto aire de Music-Hall con el que contentaban al público, llamándole de paso (y muy sutilmente) hortera. A mí, que siempre me gustó el francés, me ha parecido una versión espléndida.

    En la 2ª parte hemos oído los Poèmes d’amour de Albeniz, recitados por la actriz Nathalie Poza sobre toda una orquesta en miniatura (armonio incluido). Se trata del caprichoso encargo de un empresario londinense al músico español; unos recitados con música, de aquellos que amenizaban los salones burgueses decimonónicos; pero la maestría de los músicos y el exquisito francés de la Poza nos han hecho disfrutar un rato.

 El próximo mes de Julio volveré a estar, ansioso ante el ordenador, el día que pongan a la venta las nuevas entradas; como si estuviese pujando por un Velázquez en e-Bay y fuesen a adjudicármelo por 4 euros (precio por concierto de estos ciclos).   

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