domingo, 29 de marzo de 2009
Política
Desde las tribunas más serias a las pancartas callejeras, cada vez es mas frecuente encontrar aseveraciones del tipo: “El sistema no funciona”, de modo que también es cada vez más perentoria la necesidad de encontrar alternativas. Pero algo (del trueque al capitalismo salvaje, pasando por los experimentos comunistas), que podría entenderse como la eterna construcción de la sociedad humana, no puede desecharse de un plumazo y sustituirse por otra cosa completamente diferente. Dicho de otro modo (y usando, paradójicamente, un símil inmobiliario) hay que rehabilitar, porque la obra nueva es imposible: el solar es el que es, y además estamos obligados a conservar determinados elementos por imperativo legal. Hacen falta foros, debates, discusiones por doquier que ofrezcan nuevas ideas; o quizás debiéramos empezar por despojar a las viejas de tabúes, tópicos y dogmas (por este orden), para ver con que contamos y que nos estorba.
Contamos con la política, pero hay que desbrozar mucho para encontrar los imprescindibles términos del contrato social (que es su esencia) entre tanta clausula superflua como se le ha añadido.
Volvamos a hablar de política desde el principio. Volvamos a la asamblea nacional francesa, en tiempos de la revolución, y tratemos de sentar en otro lugar a los representantes jacobinos, para que Fukuyama no vuelva a confundirnos o, de vuelta en nuestro país, empecemos por atrevernos a hablar de la inutilidad de un par de topicazos: la izquierda ha de ser nacionalista periférica y la derecha católica, apostólica y romana. Derribemos un par de dogmas a ambos lados: prohibido prohibir o el empresario ha de buscar el máximo beneficio.
Atrevámonos. Hablemos de política nosotros, que no estamos condicionados por la poltrona…y después…exijámoslo.
miércoles, 25 de marzo de 2009
Gafapasta
Leo, atónito, en el diario El País de hoy mismo, que las gafas han vuelto. Los diseñadores de monturas, que suelen ser los mismos que diseñan (o al menos lo pretenden) el resto de nuestra apariencia, han decidido que ya es hora de cambiar los escuálidos rectángulos de las últimas décadas por gafas grandes. Lo han hecho de la misma manera que, hace unos años, decidieron constreñirnos los pies en afiladas punteras (aunque a nadie le interesara semejante despropósito). Su estrategia es tan sencilla como contundente: al cabo de unos años, simplemente, no puedes encontrar zapatos anchos…¡y punto!
Su campaña de marketing incluye la incitación a la impostura intelectual: “Tal vez la gente se ha dado cuenta de que parecer un empollón tiene su gracia”, declara, impertérrita, una “estilista” británica. A mí, que utilizo gafas desde los cinco años, siempre me han gustado más las gafas grandes, por razones obvias que no escapan a ningún usuario: la superficie del cristal es mayor y más adecuada a cualquier patología (aun más ahora, con el desarrollo de los cristales progresivos). En unos años nos habrán invadido, de forma tan desmedida, con monturas excesivas, que tendrán una excusa perfecta para volver a obligarnos a llevar escuálidos rectángulos…en fin. Yo recomiendo a todo el mundo que pase de “advenedizos” y busque sus gafas entre quien sabe diseñar monturas, y no vaqueros. Viva Oliver Peoples y abajo Dolce y Gabanna, aunque el auténtico grito sea: ¡Viva el chandalismo ilustrado!
lunes, 23 de marzo de 2009
Soy incapaz de emular a mi admirado Peter Carter, y aprender a manejar aplicaciones que me permitan leer mis entradas.
Con sus podcasts intrascendentes, pero perfectamente leídos en su lengua materna, este señor de Birmighan, contribuye a extender la, hoy por hoy, verdadera lengua de la aldea global. Aunque esté hablando del tiempo, su pronunciación ejemplar le permite a la gente desarrollar su capacidad de comprensión en Ingles, de modo que su blog es doblemente útil. Por un lado le sirve, como a la mayoría de blogueros, para hablar a solas y en alto (una práctica de alto valor terapéutico); y por otro presta un servicio público impecable.
A veces, como en estos días, clausuraría esta baldía bitácora de una excusa, pero me arrepentiría más tarde cuando la necesitara como remedio; por eso he de retarme a mi mismo y volver a colocaros (arriba) el cartel de ¡próximamente!...En breve aprenderé una aplicación que me permita leer mis divagaciones y, quizá, ayudar a la gente a comprender mejor la tercera lengua más hablada en el planeta.
miércoles, 18 de marzo de 2009
Encarecidamente
Así es como recomiendo la explosiva combinación del libro, publicado en 2005 en Inglaterra con el título 1001 Albums You Must Hear Before You Die (y aquí como 1001 discos que hay que escuchar antes de morir), con la aplicación Spotify para oír toda (¡toda!) la música que puedas imaginar en tu ordenador. Ya ni siquiera tenemos excusa para no tener criterio, pues podemos suplirlo (en la medida de lo posible, claro) con la inestimable ayuda de quien sí lo tiene: Michael Lydon, por ejemplo, es cofundador de la revista Rolling Stone; y Robert Dimery es un prestigioso crítico de la cultura pop, residente en Londres. Ambos, con la ayuda de muchos otros expertos, nos ofrecen mil y una sugerencias de lo mejor, o lo más aclamado, o quizás simplemente aquello a lo que su oficio les ha enfrentado en los últimos 60 años de música ¿ligera? (jazz incluido, al menos en parte). Lógicamente se centran en la música anglosajona, pero estoy seguro que debe haber guías similares para latinidades varias.
Spotify es una aplicación para PC y Mac que, en principio, es gratuita, y te permite escuchar toda la música que te sugieran tus expertos preferidos. ¡Una verdadera delicia!
viernes, 13 de marzo de 2009
¡Sin palabras!
La manera de incrustar los vídeos es simulando dos entradas independientes, y sin texto.
Esta tercera me sirve para añadir algún comentario a lo que podía ir “sin palabras”…al fin y al cabo así me quedé yo ayer, cuando me enteré de que mi querido Hendrix estuvo a punto de incluir una versión de mi querido Polnareff en su “Are you experienced? De 1967. Woaoo¡¡¡
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miércoles, 11 de marzo de 2009
Banda Sonora 1986-1990
El 5 de Diciembre de 1985, celebré mi trigésimo cumpleaños yendo al cine. Mientras veía la primera parte de Regreso al futuro, donde Michel J. Fox ofrecía una poderosa versión de Jhonny Be good a una audiencia que no podía comprenderla, me percaté de una desagradable perogrullada: el tiempo corre desaforadamente y, aunque ya le haya enmendado la plana al destino, no me gusta volver a oír aquella melodía de Bruce Hornsby (que me recuerda el desamor), ni me consuela escuchar a Bono decir que aun no ha encontrado lo que anda buscando pues, por aquel entonces, yo acababa de colisionar con ello.
El pasado hay que conservarlo y disfrutar de él, como cualquier otra posesión preciosa (un vinilo incunable, un sillón Van der Rohe), de modo que prefiero pensar que las Raves de aquellos tiempos (pasotes increíbles, en Román paladino) no llevaban la resaca incorporada; que eran solo fiestas donde se bailaba hasta la saciedad el House recién descubierto. Los de “Madchester” nos habían contagiado a todos una cierta locura, y a mi me venía de perlas para olvidar errores fatales. En cierta ocasión me pregunto mi amiga Patricia por el inicio de mi desafección al pop. Le contesté que eso no había ocurrido nunca, pero es verdad que la banda sonora de aquellos años subraya la parte mas desagradable del nudo de la trama… ¡Ufff...!
domingo, 8 de marzo de 2009
Pupa
Odio a Eolo. Él es el culpable de que no pueda distinguir el más mínimo matiz entre el sabor de una fresa y el de un arenque (por ejemplo). Todas mis papilas gustativas están anuladas bajo mis alteradas mucosas. Imposible disfrutar de esta irrupción primaveral que se huele en la calle: mis sentidos abotargados, mi garganta lijosa, y un punto de febrícula para coronar el caos. Una tos seca e insoportable se muestra impotente para arrancar mucosidades adheridas, mientras la hipocondría campa (a sus anchas) por mi cabeza. El irresponsable dios dejó, la semana pasada, abierto el profundo antro donde tiene encadenado a los vientos, provocando en mi organismo una debacle sanitaria.
miércoles, 4 de marzo de 2009
Val con Bashir
Si de mí (pobre de mí) hubiese dependido, el estado de Israel no existiría; pero existe y, además, existe una película Israelí de animación sorprendentemente buena. Waltz with Bashir es un comic; un magnífico comic de línea clara que cuenta la amnesia de un soldado participante (aun indirectamente) en las famosas matanzas de Sabra y Chatila. El relato es heredero de Apocalipsis Now (escena de surf y rock en la playa incluida) y, por tanto, participa del horror, en el corazón de las tinieblas, que imaginó Conrad.
Hay quien puede intuir la justificación sionista ante unos hechos abominables, como fueron las masacres perpetradas en los campos de refugiados libaneses; pero lo que parece una exculpación, mientras se acusa de la tragedia a los falangistas cristianos, seguidores de Bashir, es en realidad una reflexión sobre la desmemoria histórica y la impotencia ante una Historia (con mayúsculas) erigida por la gente convertida en sufrientes marionetas.
Como se destaca en todas las reseñas de esta película, el recurso a la animación permite a su director (cuya experiencia personal se narra, a modo de terapia) construir un documental con factura de la ficción mas exquisita, y prescindiendo del archivo necesario. El espectador se topa, constantemente, con referencias culturales comunes a todo el occidente contemporáneo, lo que me permite aseverar lo del principio: Israel es una excrescencia del occidente mas ortodoxo, con toda su arrogancia concentrada en su carácter de desagravio; un país que pretende terminar con la diáspora de los judíos a cualquier precio, sin darse cuenta que precisamente esa diáspora es su mejor defensa contra el malditismo que les ha perseguido desde tiempos inmemoriales, convirtiéndolos en un victimario de libro…concretamente de manual hipócrita.
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