Quizá sea muy aburrida la inmortalidad, y vivir intensamente y para siempre (como un vampiro, o como la Deneuve en The Hunger: aquella película de los 80, dirigida por Tony Scott, donde interpretaba a una no-muerta millonaria, que coleccionaba los casi cadáveres de sus amantes en el ático de su mansión neoyorquina) sea agotador. Pero no me digan que no les pica la curiosidad por saber como van a ser las próximas generaciones, educadas con otros "valores". En el futuro, un hijo único homosexual (por ejemplo) no se sentirá condenadamente solo, porque podrá sentir como "los suyos" a quienes hayan decidido compartir su vida con él, y a quienes él haya decidido dedicar su vida (por ejemplo hijos adoptados), y no solo a los que los lazos de sangre (y fuego) le unieran para siempre. La psiquiatría biempensante tendrá que buscar otros argumentos para construir los círculos afectivos que rodean a las personas sanas.
Desde mediados del siglo XX la gente huye hacia delante de la persecución del viejo mundo, como reza el eslogan situacionista con el que les doy la bienvenida a este cuaderno. El problema es que vamos un poco a ciegas y, aunque confío en la intuición del ser humano para llegar a Shangri-la, me da mucho miedo que nos perdamos en algún oscuro desfiladero o, peor aun, que caigamos en alguna nueva emboscada de los biempensantes arriba citados, que no son, ni más ni menos, que unos cuantos de nosotros aterrados por la posibilidad de perderse en un oscuro desfiladero o, peor aun, de caer en alguna emboscada de aquellos que van delante, huyendo despavoridos.
Desde mediados del siglo XX la gente huye hacia delante de la persecución del viejo mundo, como reza el eslogan situacionista con el que les doy la bienvenida a este cuaderno. El problema es que vamos un poco a ciegas y, aunque confío en la intuición del ser humano para llegar a Shangri-la, me da mucho miedo que nos perdamos en algún oscuro desfiladero o, peor aun, que caigamos en alguna nueva emboscada de los biempensantes arriba citados, que no son, ni más ni menos, que unos cuantos de nosotros aterrados por la posibilidad de perderse en un oscuro desfiladero o, peor aun, de caer en alguna emboscada de aquellos que van delante, huyendo despavoridos.
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