Con la imaginación me salto los escalones al estrellato, y me siento como el columnista de prestigio que diserta, a golpe de clic, desde su frondoso jardín en el Adriático. No he pasado por la corresponsalía de guerra, ni he viajado, sin tregua, a recónditos lugares. No me he decantado por la descarada adulación de una parte, ni he vivido en ciudades polvorín de oriente medio. No he fundado revistas ruinosas "de culto", ni procedo de otros campos (todos con espinas) donde me haya dejado la piel. Pero estoy aquí, imaginando que bordeo la isla de Kúrcula a bordo de mi Bavaria 36 y que, desde la bañera, inundo de sapiencia este, por ahora, desierto foro.
Pero la realidad es que no sé de que va esto. Imagino, también, que la escalera al cielo, incluye la experiencia de cada peldaño; y entiendo perfectamente los encabezamientos de los columnistas de verdad…"Frente a la hoja en blanco…", " Al borde del papel, vacío …" Ellos tiraran de archivo y sacaran aquel recuerdo del frente, aquella tribu de Las Célebes o, si no hay más remedio, algún entresijo de campaña electoral; describirán La Croisette de Beirut o recordaran, amargamente, los comienzos del "triunfo", pero yo solo tengo la imaginación.
Erase una vez una hermosa villa, en la isla natal de Marco Polo, rodeada de un frondoso jardín de pinos, olivos, higueras y cipreses; compitiendo para dar sombra y albergar chicharras atronadoras. Disponía de playa y embarcadero privado, donde su dueño atracaba el balandro cuando se cansaba de ceñir a toda vela. Tenía una terraza, con la balaustrada de piedra, desde donde podían contemplarse hermosísimas puestas de sol; de ese mismo sol del que se podía uno proteger, a la sombra de una sabina, mientras tecleabas la Underwood ,si habías amanecido cool y glamuroso, o el Mac si te sentías pragmático.
Pero la realidad es que no sé de que va esto. Imagino, también, que la escalera al cielo, incluye la experiencia de cada peldaño; y entiendo perfectamente los encabezamientos de los columnistas de verdad…"Frente a la hoja en blanco…", " Al borde del papel, vacío …" Ellos tiraran de archivo y sacaran aquel recuerdo del frente, aquella tribu de Las Célebes o, si no hay más remedio, algún entresijo de campaña electoral; describirán La Croisette de Beirut o recordaran, amargamente, los comienzos del "triunfo", pero yo solo tengo la imaginación.
Erase una vez una hermosa villa, en la isla natal de Marco Polo, rodeada de un frondoso jardín de pinos, olivos, higueras y cipreses; compitiendo para dar sombra y albergar chicharras atronadoras. Disponía de playa y embarcadero privado, donde su dueño atracaba el balandro cuando se cansaba de ceñir a toda vela. Tenía una terraza, con la balaustrada de piedra, desde donde podían contemplarse hermosísimas puestas de sol; de ese mismo sol del que se podía uno proteger, a la sombra de una sabina, mientras tecleabas la Underwood ,si habías amanecido cool y glamuroso, o el Mac si te sentías pragmático.
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